VLADIMIR MONTOYA, LO ORIGINAL COMO LO MÁS VALIOSO DE LA ARQUITECTURA
Vladimir Simón Montoya Torres, es natural de Huancayo. Pertenece a la promoción 2006 de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Centro del Perú. Concluyó una maestría en Didáctica de Diseño Arquitectónico en la misma universidad y actualmente se dedica al diseño y construcción conjuntamente con la docencia universitaria como profesor RENACYT. Como investigador, entre todas sus ponencias internacionales y artículos, resalta su participación como único expositor peruano en el Congreso Mundial de Arquitectura organizado por la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) el año 2023 en Copenhague, Dinamarca.
Sobre su inclinación hacia la arquitectura, Vladimir nos dice que ésta fue marcada por la innegable influencia de su hermano mayor que ya era arquitecto, donde observó muy de cerca la armonía, la volumetría y la expresión gráfica que eran parte esencial de aquella carrera.
Ahora bien, al comentarnos sobre sus estudios primarios y secundarios; Montoya Torres nos cuenta que los cursó en la emblemática Institución Educativa “Santa Isabel” de Huancayo, donde, muy aparte de destacar en lo que concierne a geometría y trigonometría, aprendió mucho de respeto y disciplina por parte de su profesor Pedro. “Fueron años lúdicos y de experiencias bonitas. Éramos solidarios y nos hicimos tempranamente conscientes de los diferentes estratos en los que se compone nuestra sociedad. Aún recuerdo que nos prestábamos los útiles el uno a otro cuando se carecía y usábamos los cuadernos por delante y por detrás para aprovecharlos al máximo”, nos relata Vladimir Simón sobre su primaria.
Por lo que toca a sus estudios secundarios, él nos narra que esos años trascendieron por sus vivencias de lectura, donde su profesor Eduardo Valentín Muñoz fomentaba el debate elocuente y les inculcaba que la realidad del país no era solamente lo que se oía en la radio o se veía por la televisión si no lo que se leía sobre el Perú. “Nunca había sentido lo triste que es leer a Víctor Hugo o lo emocionante que es leer a Alejandro Dumas”, añora.
Pasando a su etapa preuniversitaria, Montoya confiesa que su ingreso a Arquitectura le fue bastante esquivo. Tuvo que pasar tres oportunidades para poder acceder a las aulas de la UNCP. Ya en su contexto como universitario, nos comenta que lo que él veía en su hermano tan solo era la parte externa de la profesión. “En aquel momento di cuenta que tenía que nuevamente estimular mi sensibilidad por el arte y la representación tridimensional”; nos cuenta.
Si bien el primer y segundo ciclo lo abrumaron con rigor, ya en el tercer semestre para nuestro protagonista se le hizo más cotidiano. Claro sin olvidarnos de las dificultades de aquellos tiempos donde los libros eran escasos en la biblioteca y había que esperar una eternidad a que los devuelvan para asirse de algunas fuentes; ya que el internet tampoco era lo que lo que es hoy en día.
“Al quedarme sin fuentes, visitaba la segunda biblioteca más activa de Arquitectura, que quedaba en el Colegio Profesional de Arquitectos de Huancayo. Donde me imbuía de autores como el artista renacentista Miguel Ángel, el arquitecto mexicano Javier Senosiain y el catalán Antonio Gaudí”. Con estas referencias, Vladimir aprendió que la arquitectura era más que dibujos o maquetas, era mucho más profundo.
Hacia sus últimos ciclos, merece especial mención su catedrático Ricardo Marroquín quien decía a sus alumnos: “Si no se puede entender a la Arquitectura desde un aspecto literario, no tiene sentido y ésta queda vacía”. A su vez, su docente Máximo Orellana, les impartía una manera distinta de ver el urbanismo, citando autores como Le Corbusier o Robert Venturi. “Mis profesores no solo dictaban la clase, si no te daban el reto de cómo entenderla”, afirma Simón.
Como hecho anecdótico, Vladimir nos relata que la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú ) al aperturar su nueva carrera de arquitectura traía expositores internacionales a su campus una vez al mes con acceso gratuito y él junto a otros compañeros faltaron a clases para escuchar al famoso arquitecto Renzo Piano ganador del premio Pritzker.
Nuestro protagonista se considera como un arquitecto posmodernista, pero considera que la arquitectura no debe apartarse de su rigor científico resolviendo situaciones ligados al clima, a la coyuntura social y otros.
Ahora bien, al consultarle si tendría alguna reflexión dirigida a los noveles estudiantes de Arquitectura. El Arq. Montoya, desde su perspectiva como docente nos dice que más allá de imitar o adherirse a alguna corriente en especial el estudiante debe valorar sus orígenes. “Quiero decir que los valores como la originalidad son valiosos en el mundo”, ratifica. A su vez, aconseja que no solamente se debe realizar la obra o plasmarla sino también que el estudiante ambicione que sus creaciones se expresen al mundo es por eso que es clave aprender idiomas.
Hablando de su inserción en el mundo laboral, Montoya inició en programas de apoyo social del Ministerio de Vivienda, trabajando en Churcampa y otros distritos de Huancavelica. Esto lo acercó de muy grata manera al tema social del Perú profundo aportando con dirección técnica y facilitando los materiales para mejorar las condiciones de vida de aquellas urbes.
Ya titulado trabajó para el área de Proyectos Especiales del Gobierno Regional de Cerro de Pasco. Y su papel más enriquecedor lo protagonizó para PERÚ BAMBÚ, una empresa dirigida por la doctora en botánica Josefina Takahashi Sato. Cabe hacer énfasis en que las experiencias en PERÚ BAMBÚ permitió el inicio de su producción científica, al desarrollar su primer artículo publicado el año 2015 , que fue un estudio enfocado en los fines constructivos y estructurales de este material.
Continuando con su trayectoria, desde el 2014 al 2016, Montoya fungió como arquitecto consultor para el Grupo Zarate en Huancayo, innovando un centro educativo con aulas hexagonales, obviamente bajo un concepto bien estudiado. A la fecha, es docente de la Facultad de Ingeniería y de la escuela de Arquitectura en la Universidad Continental.
Como palabras finales y como reflexión a sus colegas, él los invita a reivindicar a la carrera como una necesidad social, ya que los arquitectos no solamente son profesionales de la estética, si no de la seguridad y de la formalización de los aspectos constructivos.
“Ser arquitecto es una aventura increíble, no deja ningún atisbo de descanso o sosiego; siempre hay retos. Es una hermosa profesión y no conozco a nadie que se haya jubilado de ella”, concluye.
Y tú ¿Conoces a algún otro egresado que inspira?
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